
El Estadio Corregidora, ese coloso de cantera que ha visto desfilar tantas glorias y tantas penas, se vistió de fe la tarde de la Jornada 14.
Después del amargo trago que supuso la derrota en Toluca, los Gallos Blancos se plantaron en casa con el alma en la cancha, decididos a saldar cuentas con su historia reciente y, sobre todo, con su afición. Enfrente, un Guadalajara que llegaba con el peso de su tradición y la urgencia de su propia resurrección.
Fue un relámpago, un destello en la oscuridad de los minutos iniciales. Apenas el cronómetro marcaba el minuto 2 cuando un contragolpe fulminante, tejido con la prisa de la necesidad, encontró su destino. Tras una atajada del guardameta tapatío, la pelota quedó a merced de Alí Ávila, quien no dudó en firmar el 1-0 con un derechazo certero. El gol madrugador, un regalo inesperado, se convirtió en el único y sagrado tesoro del partido.
A partir de ese instante, el guion se reescribió como una defensa numantina. Chivas, herida en su orgullo, intentó asediar el arco de Guillermo Allison, pero la voluntad queretana, esa fibra que a veces parece desvanecerse y otras resplandece, se mantuvo inquebrantable hasta el descanso.
La segunda mitad fue un ejercicio de estoicismo. Los visitantes arreciaron su ofensiva, moviendo el balón con desesperación y tocando a la puerta sin llave. Querétaro, por su parte, administraba su ventaja con la disciplina del que sabe que la gloria, a veces, reside en la austeridad. Hubo intentos de ampliar la ventaja, pero el destino ya había sellado el marcador con aquel fogonazo inicial. El 1-0 fue suficiente.
En la sala de prensa, el estratega Benjamín Mora dibujó con palabras la intensidad del duelo: “Fue una victoria muy complicada, difícil, sufrida. Por haber anotado tan temprano, empezamos a sufrir más temprano, pero es parte del fútbol y las variantes que tiene este deporte”.
El entrenador fue enfático al destacar la cohesión de su plantel, el pacto tácito que se gestó en el vestidor: “Todos estaban convencidos de cuidar ese gol tempranero. Y después tuvimos más oportunidades que pudieron haber puesto el marcador más abultado. Estamos muy contentos por los jugadores y ojalá nos sirva de motivación y de fuerza para cerrar el torneo como lo estamos haciendo hoy”.

La victoria se siente como un bálsamo, un exorcismo colectivo tras el fantasma de la jornada anterior. “Sabíamos que después de Toluca teníamos que sacudirnos esa mala noche muy rápido. Hoy estuvimos a la altura del desafío, a la altura del reto, así que creo que redondeamos tres puntos muy necesarios para nuestra confianza”, sentenció Mora, apuntando ya la brújula hacia el horizonte.
El próximo desafío tiene nombre de batalla: Santos. “Lo enfrentaremos como otra final”, afirmó, con la convicción de quien sabe que cada punto es un aliento en la carrera por el Play-In.
La satisfacción, la única moneda de cambio real en el fútbol, se reflejó en su rostro: “Nosotros estamos siendo un equipo que trabaja en el planteamiento de los partidos, en ejecutar de manera disciplinaria los momentos de el juego… Lo que más me deja satisfecho el día de hoy es verlos muy contentos de haber ejecutado el plan de juego al pie de la letra”.
El próximo capítulo en esta épica queretana se escribirá el 26 de octubre a las 17:00 horas, cuando los Gallos visiten el Estadio TSM Corona para medirse al conjunto lagunero. La lucha por la Liguilla es una promesa que, por ahora, sigue viva.