El Gallo que cantó entre el ruido ajeno de las Chivas; El Color del Juego

Antes del inicio del partido, la tarde era fría, pero a la vez cálida. La afición rojiblanca se hacia sentir. Mares de gente entrando al estadio, pero ningún color azul. La visita se adueñaba del campo de juego, como si ellos fueran los anfitriones. Desde minutos antes del pitazo inicial, sus canticos se sentían, sus canticos se colaban por cada rincón del estadio como olas que no pedían permiso. Una invasión tanto física como sonora, una invasión como ninguna otra.
La noche cayó sobre La Corregidora con frío de partido grande. El Gallo era local, sí, pero el estadio parecía teñido de rebaño. Rojo y blanco por todas partes, cánticos que hacían temblar las gradas, como si Guadalajara hubiera tomado prestado el corazón del Bajío.
Pero entre ese mar rojiblanco, un canto azul se alzó temprano. Minuto 2, y Ali Ávila encendía la esperanza queretana. El grito fue breve, pero profundo. No era solo un gol: era una declaración. “Aquí estamos. Esta es nuestra casa.”
Desde aquel minuto, el gallo resistía con garra y pico, se aferraba a tan ansiada victoria. Querétaro no jugó al espectáculo. Jugó al aguante. Cada jugada hacia suspirar a la poco afición local presente, cada jugada ilusionaba a cada aficionado visitante. Cada atajada era un minuto más de vida para el gallo, cada atajada hacia vibrar al estadio entre suspiros y gritos de gol ahogados. El culpable de ello, el arquero, que se convirtió en un héroe silencioso para los gallos y un enemigo mortal para las chivas.




La afición Chiva no dejaba de alentar a los suyos, como si cada grito empujara el balón hacia el gol. El segundo tiempo empezaba y los de Guadalajara tenían una sola misión. Pero el Gallo, rodeado de ruido ajeno, se hacía fuerte. Defendía su casa con garras, con alma y vida, con todo. Y aunque era asediado por la ofensiva rival, cuando contraatacaba, la afición callaba y el estadio se congelaba,
Entre más se acercaba el pitazo final, la poca pero muy grande afición de los gallos se levantaba de entre un mar rojo con blanco. Unos cuantos comenzaban a corear el nombre de su equipo y a saltar de alegría, mientras los otros se quedaban cada vez más en silencio.
Y cuando el árbitro marcó el final, el canto azul se volvió rugido. El Gallo no solo ganó: resistió, sobrevivió, cantó en medio del ruido.
El Gallo se alzaba con su vuelo victorioso, consagrándose como el ganador del partido que nunca domino. Con este resultado el Querétaro se mantenía con vida en la presente Liga MX. Un gallo que tomo por los cuernos a la chiva.
La afición local salía cantando “a donde están, a donde están, esos chivas que nos iban a ganar”, mientras brincaban por los túneles del estadio. La mucha afición chiva salía como entro, pero la alegría se les había esfumado.
El Gallo no solo ganó: se hizo escuchar. Y su canto, aunque rodeado de voces rivales, fue el que cerró la noche.